G20 enfrenta desafíos en la lucha contra el hambre, la desigualdad y por una nueva gobernanza global
El evento de este año refleja la expectativa de Brasil y de otros países en desarrollo y menos desarrollados de luchar por la igualdad
José Reinaldo Carvalho
Periodista, editor internacional de Brasil 247
La realización de la 19ª Cumbre del G20 en Brasil, los días 18 y 19 de noviembre, bajo el tema "Construyendo un Mundo Justo y un Planeta Sostenible", tiene un valor político que trasciende las negociaciones pragmáticas y señala una inflexión en los rumbos de este grupo, anteriormente siempre polarizado por los intereses de las potencias imperialistas.
El evento de este año refleja la expectativa de Brasil y de otros países en desarrollo y menos desarrollados de enfrentar la crisis global desde la óptica de la multipolaridad, la lucha por la justicia, una gobernanza global democrática y la atención a los graves problemas ambientales. La diplomacia brasileña negoció con éxito una agenda para sortear las controversias insolubles sobre los temas más espinosos de la actualidad, relacionados con la guerra en Ucrania y el genocidio israelí en Palestina. Sobre estos conflictos, la Declaración Final ofreció un enfoque genérico para obtener consenso y tuvo el mérito de postular un alto el fuego, lo que en la práctica significa exigir el fin del genocidio en Gaza.
Lula destacó su propuesta de crear una alianza contra el hambre y la pobreza y la imposición de impuestos a los súper ricos, logrando un éxito total. Brasil asumió el liderazgo con una agenda que refleja las demandas urgentes del Sur Global. Al priorizar la lucha contra la pobreza y la desigualdad, la promoción de la sostenibilidad y la reforma de la gobernanza global, el gobierno brasileño demostró un compromiso claro con los valores progresistas.
El G20 en Río de Janeiro puede ser recordado como un momento en que se abren posibilidades para una acción integral que redefina el rumbo del planeta.
La Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza ya ha conseguido un amplio apoyo. La propuesta fue ideada por Brasil con el objetivo de acelerar los esfuerzos globales para erradicar el hambre y la pobreza. Además de más de 80 países, anunciaron su adhesión las uniones Europea y Africana, 24 organizaciones internacionales, nueve instituciones financieras y 31 organizaciones filantrópicas y no gubernamentales.
La Alianza Global espera alcanzar a 500 millones de personas con programas de transferencia de ingresos en países de ingresos bajos y medios-bajos para 2030, expandir las comidas escolares de calidad a 150 millones más de niños en países con pobreza infantil y hambre endémicas, y recaudar miles de millones en créditos y donaciones a través de bancos multilaterales de desarrollo para implementar estos y otros programas.
Un aspecto relevante de la cumbre que destaca los esfuerzos para establecer un nuevo estándar de cooperación internacional es también el papel de China y su líder Xi Jinping, quien captó el espíritu del momento al defender una globalización inclusiva y un mundo multipolar, en el que todas las naciones tengan voz y relevancia. Esta visión se alinea con los ideales progresistas que ven en el multilateralismo y la multipolaridad no solo una necesidad pragmática, sino también una oportunidad para redefinir las bases del sistema internacional, tradicionalmente marcado por desigualdades estructurales y hegemonías unilaterales. A lo largo de las últimas décadas, China ha demostrado que es posible combinar el desarrollo económico con la reducción de la pobreza a gran escala y participar activamente en los foros internacionales por un multilateralismo genuino y una multipolaridad.
Otro aspecto destacable de esta cumbre del G20 es el papel de la Unión Africana, cuya presencia en el grupo se consolida, algo que debe ser visto como un hito histórico. Esta inclusión es un reconocimiento de la relevancia de las naciones en desarrollo en el enfrentamiento de los desafíos contemporáneos.
La Declaración Final, un extenso documento, manifiesta en sus 85 puntos intenciones genéricas de construir un mundo en el que se superen las desigualdades sociales y entre las naciones, se enfrenten las crisis y se adopten políticas que conduzcan al desarrollo, la paz, la defensa del medio ambiente y se alcancen nuevos estándares de gobernanza global. “Nos mantenemos firmes en nuestro compromiso de combatir el hambre, la pobreza y la desigualdad, promover el desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental y reformar la gobernanza global”, señala la Declaración.
El documento refleja el consenso posible entre países tan dispares. Obviamente, la realización de los objetivos proclamados aún está distante, en un mundo bajo el dominio de las potencias imperialistas, la opresión y explotación capitalistas, las políticas económicas neoliberales y las políticas de fuerza, militarismo y guerras de estas potencias.
La construcción de un mundo multipolar, inclusivo y con justicia social no se logrará solo con discursos. Es necesario ir más allá de las promesas y adoptar medidas concretas. Reformar las instituciones globales para hacerlas más democráticas es esencial. La lucha de los pueblos y naciones por su independencia es indispensable para lograr estas conquistas.
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